“¿Qué educación queremos?” Quienes se hacen esta pregunta, ¿están en la antesala de una nueva ley
educativa?, ¿lo que quieren es otra reforma de la escuela?.
LA EDUCACIÓN, REFORMA TRAS REFORMA
por Eduardo García
Si nos
hacemos esa pregunta es porque estamos insatisfechos con la
educación/enseñanza que tenemos y esa
insatisfacción se traduce en forma de crítica a la escuela que tenemos. Esto
nos obliga a una nueva pregunta: ¿qué
necesidad tiene que satisfacer la educación/enseñanza/escuela? ¿qué necesidad o
demanda está insatisfecha? Ahora bien, si tomamos una cierta perspectiva
histórica veremos que esa insatisfacción con la educación acompaña desde su
origen (hace más de dos siglos) a la institución que la dispensa: la escuela moderna.
En efecto, al igual que la cárcel, desde
Beccaria, y el manicomio, desde Pinel, las críticas y las demandas de reforma han acompañado a la escuela moderna desde su origen jesuítico o salesiano.. Hasta
tal punto que uno se pregunta si la compulsión reformista no será parte constitutiva de esas instituciones,
condición de su supervivencia y de su siempre renovada funcionalidad social…Por
ello, al decir “¿Qué educación
queremos?”, habría que preguntarse: ¿quiénes ( o qué) son los sujetos de ese
“queremos”?, tras ese sujeto colectivo que se hace la pregunta, ¿no se
esconderá la propia escuela actual en su renovada necesidad de
“actualización”?, ¿no seremos “nosotros”, quienes nos hacemos la pregunta,
sujetos concretos y reales, simples instrumentos de esa institución, el
verdadero sujeto elidido, que para
sobrevivir y perpetuarse tiene que ser reformada (por nosotros) y buscar
alternativas e innovaciones?, ¿cuál es la fuente de esta permanente necesidad de reforma?
¿Existe la posibilidad escapar a este reformismo autoreproductor de la escuela
moderna? Quizás le respuesta pueda partir de una crítica que tenga por objeto
la relación entre la escuela moderna y la
sociedad en la que surgió: burguesa y capitalista; una crítica que
cuestione la función de la escuela en la reproducción y supervivencia de las
relaciones sociales, políticas y económicas que caracterizan a nuestras
sociedades.
Hemos asistido a reformas que se presentaban como
progresistas, modernizadoras, defensoras de lo público, solo porque se oponían
a los intereses de los sectores sociales más conservadores. De esta forma,
amparadas en su carácter social (¡incluso socialistas!) hacían olvidar o
impedían ver que a este lado de esos sectores se encontraban otros sectores de
las clases dominantes y no “el pueblo” (referente de lo “público”), las clases
“populares” o las clases “más desfavorecidas” Esas reformas intervenían en asuntos entre diferentes sectores de las
clases dominantes y en la dominación sobre las clases populares, los
asalariados en general…
En
definitiva, no podemos pensar seriamente en responder a la pregunta “¿Qué
escuela queremos?” sin cuestionar a la escuela moderna tal como se la conoce
desde el siglo XIX ¿Qué es la escuela? ¿Qué significa históricamente y
socialmente la escolaridad?¿Qué hace y qué se hace en la escuela? ¿Quién lo
hace y a quién? Y un problema añadido: ¿qué sentido tiene el permanente
deslizamiento semántico entre educación, enseñanza, instrucción, formación?